Una enfermedad crónica y progresiva: mal diagnóstico. Peor si sólo tienes 17 años. Glomerulonefritis IgA. La Psicología de la Salud describe muy bien las fases por las que se pasa hasta aceptar y asumir el diagnóstico: la incredulidad, el enfado, el pacto y los intentos de control, el desánimo… y al final, con suerte, la aceptación. Las he vivido todas. Lo que no me dijo la Psicología de la Salud (que es una de las asignaturas que imparto en la carrera) es que la enfermedad de una hija te llena el alma de piedras y de repente te pesa la sonrisa.
Pero andamos juntas las tres, mi hija, la enfermedad y yo. Primero aprendimos a cuidar la salud y respetar la enfermedad, a controlar la dieta, a tomar pastillas, a crear hábitos… a no planificar más allá de tres meses, de la próxima revisión, a vivir a corto plazo. Después aprendimos a aprovechar cada oportunidad, a disfrutar de cada momento, a no desperdiciar vida ni tiempo. En el camino, aprendimos a no dejar que la enfermedad se convirtiera en el centro de nuestras vidas, pero sin olvidarnos de que ahí está, a nuestro lado, y que exige respeto. Psicología de la Salud pura y dura, en carne propia. Y yo, además, he descubierto que tengo una hija admirable, que es una mujer fuerte y valiente y que tengo mucho que aprender de ella.