Hoy es un día significativo en Madrid. Hace 14 años la ciudad se quedó muda, espantada, ante uno de los mayores atentados de la historia de España. Llegué a la universidad por inercia, sin saber muy bien a qué iba, ese día no tenía clase. Me vinieron a buscar al despacho los alumnos, querían hablar del tema y no sabían cómo. Tuvimos una reunión muy especial en un aula grande, alumnos de muchas carreras, profesores de muchas áreas… Y luego me llegó un escrito que, ya sí, hizo que salieran las lágrimas que tenía contenidas. «Una universidad en silencio», de Juan Claudio de Ramón. Copio algunas frases que me tocaron especialmente:

«Me es difícil imaginar una visión más terrorífica que una universidad en silencio, o más bien, muda, como si hubiera perdido transitoriamente la capacidad de habla. La universidad que es ante todo el triunfo de la palabra, del diálogo, del debate; todo un batir de voces, en las aulas, en la cafetería, en los despachos, apagado… La tarea universitaria representa todo aquello que opone y se opondrá siempre al absurdo, a la injusticia y al horror: la amistad, la búsqueda compartida de sentido y la denuncia de todos los crímenes allá donde se produzcan. Somos nosotros, universitarios, promesa de cordura en un mundo demente… Con la Universidad no cabe duda: aun quebrada por el llanto, sólo sabe mirar de frente; y aunque ofrezca en duelo su silencio, no habrá bozal tan fuerte que la acalle«.

Y luego llegó colaborar con el SUMMA en las líneas telefónicas, y escribir artículos para orientar sobre cómo actuar con las víctimas, y además de estar orgullosa de ser universitaria, también estuve orgullosa de ser psicóloga. Mi recuerdo más cariñoso hoy para las víctimas de aquel atentado y sus seres queridos.