Última entrada de este tema, la más importante. La última manera de convencernos de que no es tan malo lo malo que le hemos hecho a alguien: deshumanizarle.
Dañar a una persona nos hace sentir mal a la mayoría de nosotros (¡afortunadamente!). Dañar a un atacante o a un agresor, no tanto. Y dañar a «algo» que no llega a ser tan persona como nosotros, definitivamente no nos hace sentir tan mal.
Todos los discursos que incluyen expresiones deshumanizantes son peligrosos para el pensamiento moral. «Ellos no sienten el dolor como nosotros», «están acostumbrados», «son de otra pasta», «es un bestia», «son como animales» (expresión que usa mucho Trump para hablar de los latinos)… En Ruanda los hutu que llevaron a cabo el genocidio llamaban a los tutsi «cucarachas»; los terroristas del ISIS quieren eliminar a los «impíos» o impuros, Hitler hablaba de la raza superior… y tantos y tantos ejemplos… Para dañar, necesitamos quitarles la categoría de ser humano.
Todos humanos. Todos personas. Todos iguales. Así será más fácil respetarse.