Nos conocemos desde hace más de 30 años; desde que empezamos la misma carrera. Ya no somos jovencitas de 18 años, ahora somos mujeres hechas y derechas; hemos ido caminando juntas, viviendo nuestras vidas acompañándonos en los buenos y malos momentos. Y ha habido momentos malos, muchos y muy malos.
Y todavía me sorprenden. Y cada día me gustan más. Tengo el honor de tener cerca a unas cuantas mujeres fuertes, tremendamente fuertes, mujeres que saben decir «Hasta aquí» y empezar una nueva vida en cualquier momento. Mujeres que saben soportar el dolor como nadie, pero saben que no lo quieren en sus vidas y no se resignan a ser infelices. Mujeres que en el peor momento, en el momento más bajo, cuando ya no tienen fuerzas casi para respirar, consiguen dar un golpe en la mesa y decir «Aquí estoy yo, y yo no quiero esto». Y rompen el cristal que las encierra, invisible, frío, algo que da miedo romper, pero lo rompen, y respiran, y crecen, y cada vez son más ellas. Y cada día me gustan más.
Y me siento orgullosa de que sean mis amigas, y se me llenan los ojos de lágrimas cuando escribo sobre ellas… Y aquí estamos, vivas y apostando por la vida. Y juntas, acompañándonos siempre, en todo. Amigas.
¡Qué fuertes son las mujeres fuertes!