Cuentecitos peligrosos

Mundo floresAcabo de ver en las noticias que hay un movimiento nuevo contra la natalidad, no porque ya seamos muchos, sino porque en esta vida se sufre mucho, y vaya egoístas los padres que sólo piensan en ellos cuando traen un hijo al mundo, al que no han preguntado si quiere venir, y no piensan en la pobre criatura, lo que le espera en la vida con este asquito de mundo que tenemos…

Y no puedo evitar acordarme de un cuento que se puso de moda hace tiempo y que me enfadó mucho cuando lo oí; un cuento de Bucay que venía a decir que sólo es tiempo de vida el tiempo en que has sido feliz (y por eso un cementerio estaba lleno de gente que había muerto «joven»). ¡Cómo me enfadó ese cuento y cómo me preocupó su mensaje! Empezamos transmitiendo que lo único valioso es ser feliz y estar contento, y acabamos empastillados hasta las orejas en cuanto nos pasa algo, con movimientos contra la natalidad, y viendo anuncios que dicen «¡Eh, tú!, párate y piensa, ¿crees que hoy te has divertido?».

La decisión de intentar tener un hijo, al menos hasta donde yo sé, no es equivalente a comprarte un objeto decorativo ni una propiedad nueva; no se hace pensando en mí o en nosotros. Es una apuesta de vida. Es un «sí» a la esperanza, a la idea de que merece la pena vivir, a pesar de todos los seguros sufrimientos que trae consigo vivir, a pesar de lo imperfecto del mundo. Lo que le espera en la vida a cualquier criatura que nace es precisamente eso: la vida. Con momentos felices y momentos oscuros, pero vida, intensa, llena, emocionante, difícil, cambiante… aventura… vida!.

Cuidado con los cuentos; cuidado con los mensajes que hay debajo de los cuentecillos bonitos que se transmiten sin pensar en lo que dicen de verdad… Tener un hijo o no tenerlo es quizás la decisión más importante y valiente que tomamos en nuestra vida; nos compromete hasta el final. No se puede tomar esa decisión desde el miedo.


2 respuestas a “Cuentecitos peligrosos

  1. Me ha encantado tu post, María. ¡Cuánta razón!

    Dicen que cada época histórica o cada cultura es caldo de cultivo para un cierto tipo de trastornos, alteraciones o dificultades. Y nuestra sociedad no promueve ya la histeria, por ejemplo (aquella que les tocó vivir a las mujeres que en su día pisaron la consulta de Freud), pero sí la búsqueda de un hedonismo miope. Y digo miope, porque es a corto plazo. Es la búsqueda de un disfrute fugaz por encima de cualquier otra cosa; un gozo que no mira (o no ve) más allá. Es un hedonismo que no valora las consecuencias; es un «pásalo bien ahora sin mirar al futuro». Y esto, esta era del hedonismo miope que nos está tocando vivir ahora, y que a mí me preocupa y mucho, se traduce en que cada vez nos encontramos más con un perfil de personas que sufren porque no están en la cresta de la ola; personas que sufren porque su vida no es una montaña rusa de emociones en lo alto constantes; personas que sufren porque no están en un clímax permanente; personas que sufren porque «su vida es normal». Tememos no disfrutar. Nos aburrimos si no nos pasa nada. Necesitamos, parece, sensaciones fuertes, excitantes, intensas, para que nuestra vida tenga sentido. Y ante este problema, tan característico de la sociedad de nuestro tiempo, nos encontramos, además, con que la felicidad vende. Con que ser feliz está de moda. Con que el sufrimiento, si aparece, en cuanto aparezca hay que quitarlo…

    Sin embargo, lo cierto y lo real es que la vida es, también, sufrimiento. La vida es, también, aburrimiento. Es, también, paz y calma. La vida son errores, éxitos, tropiezos, aciertos… y sufrir, no divertirse, no ser la reina de la pista ni ser feliz siempre… es NORMAL.

    Me gusta

Deja un comentario