* Una sencilla búsqueda por internet me ha permitido aprender que junto a los síndromes más clásicos (síndrome de Peter Pan, síndrome de Munchausen por poderes, síndrome de Diógenes, síndrome de Wendy, síndrome de depresión post-parto, síndrome del nido vacío), se van identificando algunos nuevos (síndrome de Alineación Parental, síndrome de Stendhal, síndrome de Fatiga por Exceso de Información, síndrome de Estocolmo doméstico), otros cuando menos curiosos (síndrome de los Recuerdos Falsos, síndrome Posvacacional, síndrome de la Abuela Esclava, síndrome de la Página en Blanco, síndrome de la Responsabilidad Social Empresarial, síndrome de la Perplejidad o complejo de Ulises, síndrome de Mari Pili) y otros que, ciertamente, no tienen desperdicio; no me resisto a mencionar el síndrome de Amaro (interesarse en conocer la vida de los famosos con la condición de que esté rota) que es por lo visto diferente al síndrome de los Fans (demostrar una fuerte fascinación por la vida privada de los ricos y famosos). Y para los japoneses, malas noticias: dos nuevos síndromes psicológicos ligados a la depresión, el kitaku kyohi, que se distingue por el miedo a volver al hogar, y el susha kyohi, definido por pánico de regresar a la oficina (¡no parece solo japonés!…).
Aunque no deja de parecer cómico (y que conste que he renunciado a mencionar más de 20 síndromes más), este repaso pone de manifiesto la imparable tendencia a psiquiatrizar o psicologizar el sufrimiento que genera la propia dificultad de vivir. Y una vez más, necesito decir: vivir no es una enfermedad. Y sufrir tampoco
Detrás de esta tendencia a la patologización del malestar se encuentra un mensaje que cuestiono: necesitas un psicólogo prácticamente para cualquier momento difícil o delicado de la vida. No lo creo y creo que hace un flaco favor a la Psicología, vaciándola de contenido y haciendo de ella una profesión indefinida…
* Tomado del artículo: Prieto, M. (2006). La Psicología Positiva: una moda polémica. Clinica y Salud, 17 (3)